Así define la pintura de Miguel Ballesta el periodista, crítico de arte, Manuel Olmedo, crítico de arte y redactor jefe de ABC de Sevilla ( ABC del día 21 de octubre de 1975. Edición de Andalucía. Pág. 67), con motivo de una exposición individual el la Galería Melchor, de Sevilla.
La pintura de Miguel Ballesta, pintura honrada, hecha de frente; pintura que ostenta el sello de la difícil facilidad dimanante de la maestría…
está ubicada en el área de un sano y amplio naturalismo, más en la forma que en la esencia, porque si en la tarea del artista sevillano hay concreciones de fresca inspiración directa, también existen realizaciones que son productos eminentemente vivenciales.
Miguel Ballesta no sólo pinta bien – su trabajo, intenso, extenso y continuado, ha dado como fruto una destreza nada común-, sino que pinta con garbo y con entusiasmo. El optimismo permanente, el optimismo inquebrantable de Miguel, se refleja en su quehacer, amplio en la temática, al margen de la monotonía, del que ahora presenta una variada muestra en la Galería Melchor. La obra de Ballesta no ha sido concebida para promover inquietudes existenciales, ni para producir inmersiones en las esferas del subconsciente. Es un reflejo amable de realidades inmediatas, vistas, vividas y sentidas entrañablemente, al par que enaltecidas con acentos plásticos enraizados en la tradición pictórica hispalense.
Ballesta vuelca sus más cordiales efusiones en la interpretación de la figura humana, del paisaje y de la naturaleza muerta, exalta cálidamente la poesía de lo sencillo y pone de relieve nobles efectos decorativos, que acentúa con cuidados y finos montajes.
En suma, los óleos y dibujos de Ballesta brindan muy gratas sugestiones visuales y están elaborados con desenvoltura, firmeza y elegancia, promotora de atrayentes calidades.